El proyecto de la zanja, de Adolfo Alsina
En 1875 Nicolás Avellaneda sucedió como presidente a Domingo F. Sarmiento. Su política centralizó todos los esfuerzos del Estado en el fomento de la inmigración europea, generando para ello las condiciones que permitieran el establecimiento de la fuerza de trabajo en el territorio. La cuestión indígena aún no había sido resuelta con el éxito esperado por parte del gobierno y es entonces cuando Adolfo Alsina, Ministro de Guerra del nuevo gobierno, formula un proyecto polémico destinado a la defensa del territorio de estas incursiones, que se llevaban consigo miles de cabezas de ganado y algún que otro prisionero.
El proyecto consistía inicialmente en la excavación de un foso que atravesara el territorio desde la Cordillera de los Andes hasta el Océano Atlántico, trazado en forma paralela al curso del Río Colorado y fue conocido como “La Zanja de Alsina”. Las dimensiones previstas para este foso eran 610 kilómetros de longitud y tres metros de profundidad, angostándose al metro y medio en el fondo, a similitud de una “pirámide invertida”, o bien, como se difundió la idea, una especie de “muralla china cabeza abajo” La estructura se completaría con un parapeto de dos metros de altura construido en la superficie con la tierra extraída de la excavación del foso, y reforzado con una empalizada. Debía conectar todos los fortines existentes en la zona fronteriza con los que se construirían posteriormente. A nivel de estrategia militar, se esperaba que esta zanja detuviera temporalmente los malones, retrasando su avance y dando tiempo así a los soldados para perseguirlos y recuperar los bienes arrebatados. Alsina defendía su proyecto como “un sistema que diese por resultado inmediato, si no suprimir totalmente las depredaciones bárbaras, hacer imposibles las grandes invasiones y difíciles las pequeñas”.
Se trataba se una construcción por demás precaria. Julio A. Roca, que pretendía avanzar más hacia el sur de la Patagonia. Se dan entonces dos situaciones que podrían resumirse así: la defensiva, de Alsina, y la ofensiva de Roca.
En julio de 1877 moría el ministro Alsina, ideólogo del proyecto de la zanja, y fue reemplazado por Julio Argentino Roca, quien comandaría las Campañas del Desierto, últimas batallas contra los aborígenes. Pero aún contra toda la oposición que había suscitado, más de la mitad de la obra estaba acabada, totalizando unos 370 kilómetros aproximadamente. La política de guerra dio un salto hacia la ofensiva que pretendía acabar de una vez por todas con la avanzada sobre territorios indios, por lo cual el foso de Alsina fue dejado atrás por las mismas tropas del ejército nacional, que se internaron hacia el sur arrinconando a las tribus y consumando él éxito de la empresa planteada. El foso quedó en ruinas, y su fortificación vacía, testimonio quizás de una Argentina ávida por poblar su “desierto”. En la actualidad, aún pueden observarse algunos restos de esta construcción en las localidades de Trenque Lauquen, Carhué, Casbas y otras, en el centro-oeste de la provincia de Buenos Aires.